El agua, la industria
Inmediatamente después de publicar la nota sobre mi experiencia en el Global Water Summit, recibí varios comentarios cuestionando la pertinencia de referirme al agua como una industria, y aún peor, sugerir que pudiera ser un negocio operado y administrado por privados.
Bien, es momento de discutir este asunto. De hecho, el ecosistema en torno a la potabilización del agua es una industria, y no podrían imaginar su tamaño. Aquí contamos, por supuesto, con consumidores como: Hogares, industria, agro y otros tipos de usuarios. También tenemos fabricantes de tuberías, válvulas, medidores, empaques, equipos de telemetría, filtros, equipos de laboratorio y productores de químicos para la potabilización. En general, es una cadena de valor bastante extensa y en su gran mayoría de propiedad privada.
En resumen, solo queda un elemento en la cadena de valor que no es manufacturado o transformado desde su génesis. En el caso de Colombia, y especialmente en Pereira, su captación no requiere mayor esfuerzo, me refiero al agua cruda. Pero no cualquier agua, específicamente el agua que proviene de las cuencas hidrográficas de los ríos.
Este tipo de agua, a diferencia de la que requieren los territorios que dependen de los acuíferos subterráneos, la de lluvia (como en India) o la del mar, necesita de esfuerzos considerables para su captación, ya el tema de la potabilización es otra historia.
Pero, ¿por qué explico todo esto? Bien, nuestro caso es atípico en esta industria hoy en día, pero no extraño en la historia. Se podría decir que los acueductos empezaron con sistemas e inversiones operadas por el Estado, en cualquiera de sus formas. Pero con el paso del tiempo y los extravagantes vaivenes políticos, las condiciones de suministro se empobrecieron, llevando la calidad del agua y de los sistemas a un punto en el que era necesario tomar una decisión radical para satisfacer las necesidades básicas de los territorios.
Como ven, este no es nuestro caso y eso es bueno. Pereira y, tal vez, las 13 ciudades capitales de nuestro país, cuentan con una cobertura de cercana al 100% en acueducto y muy próxima al 90% en términos de alcantarillado, en su totalidad con empresas comerciales del Estado que administran y operan los sistemas. En todos los casos son las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) quienes conceden las licencias de captación. Es decir, en Colombia y para la industria del agua potable, el Estado es el gran jugador.
Donde sí estamos muy mal es en el tratamiento de aguas residuales. Solo basta ver casos como el de Singapur, donde están produciendo cerveza a partir de sus aguas residuales, algo impensable y, por supuesto, de la mano de la empresa privada. Mientras tanto, aquí en Colombia apenas contamos con un par plantas de tratamiento de aguas residuales robustas para los ríos críticos de nuestro país, y nos vemos atados de manos ante las negativas del Ejecutivo cuando se trata de recursos para ampliar la cobertura.
En síntesis, es necesario reconocer que la gestión del agua potable es, efectivamente, una industria. En su sentido más amplio, esta involucra a un gran número de actores, tanto públicos como privados, que trabajan conjuntamente para garantizar el suministro de agua a la población. Desde los fabricantes de tuberías, válvulas, medidores y equipos de laboratorio hasta los productores de productos químicos para la potabilización, todos forman parte de esta intrincada red que asegura que puedas abrir la llave y beber agua con confianza, como sucede en nuestra ciudad, Pereira. La participación de la iniciativa privada no debería ser vista como una amenaza, sino como un aliado en la búsqueda de soluciones y mejoras en la eficiencia del servicio y actualización tecnológica.
En Colombia, afortunadamente, la administración y operación de los sistemas de agua potable se encuentran en manos del Estado en sus diferentes formas. Esto nos posiciona de manera privilegiada para consolidar al Estado como el actor más relevante en esta industria en los años venideros. Insisto en que no se trata de excluir a los actores privados, sino de fortalecer la capacidad del Estado para participar, regular, supervisar y garantizar la calidad del servicio. La soberanía hídrica de Colombia dependerá de la capacidad de su Estado para mantenerse como un jugador fuerte y competente en una industria del agua potable, que se acerca a lo que será su era más crítica.
Por último, es fundamental prestar atención a la gestión de las aguas residuales. Países como Singapur nos muestran que es posible transformar lo que antes se consideraba un desperdicio en un recurso valioso. En este sentido, Colombia tiene un gran desafío por delante. Sin embargo, también tiene la oportunidad de aprender de experiencias internacionales y aplicar soluciones innovadoras para mejorar su gestión de las aguas residuales. De esta manera, podemos asegurar no solo la disponibilidad de agua potable, sino también la sostenibilidad de nuestros recursos hídricos para las futuras generaciones.
A los amigos que se sintieron aludidos con el anterior artículo les digo, el agua es una industria, lo que en definitiva no podemos permitir es que el agua se convierta en una herramienta política.
Si quieren conocer la cerveza de las que les hablo, puedes seguir estos links:
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