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No se trata solo de potabilizar el agua

En una era marcada por la crisis climática y la urgente necesidad de una gestión sostenible de los recursos naturales, Colombia enfrenta un desafío crucial en el sector del tratamiento de aguas residuales. A pesar de los avances significativos, las cifras actuales y las metas a futuro revelan un paisaje que, si bien muestra progreso, todavía carece de la transformación radical necesaria para garantizar la sostenibilidad de los recursos hídricos del país.

El progreso en Colombia ha sido notable, con el porcentaje de aguas residuales tratadas incrementándose del 27.5% en 2010 al 52.02% en 2020. Este logro, aunque significativo, aún está muy por debajo del nivel de tratamiento de aguas residuales en los países desarrollados, y deja a un gran porcentaje de las aguas residuales del país sin tratar, con consecuencias perjudiciales para la salud humana y el medio ambiente.

El país ha establecido la meta de tratar el 68% de las aguas residuales para 2030, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Sin embargo, esta meta, aunque ambiciosa, todavía deja a más de la tercera parte de las aguas residuales del país sin tratar. Y, si bien se acerca a la meta del 54.2% establecida para 2022, aún queda mucho camino por recorrer.

En Pereira, se han priorizado proyectos significativos, como la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales que sería financiada mediante los aportes de Aguas y Aguas, el municipio de Pereira y Dosquebradas, la Gobernación de Risaralda, la CARDER y la Nación. En los que respecta a los recursos de la Nación, estos provienen del apoyo financiero del banco de desarrollo estatal de Alemania, KfW.

Sin embargo, por cuenta del COVID, la crisis de proveeduría mundial, el incremento desproporcionado en los costos del acero y el cemento, sumado a la crítica devaluación e inestabilidad del peso, el costo se duplicó y este proyecto se encuentra en pausa. Sumado a lo anterior, el calendario electoral impone un contratiempo complejo y el nivel de polarización nacional tampoco ayuda. Como he mencionado en el pasado, politizar el agua es de los peores errores que como sociedad podemos cometer.

La situación en Pereira es especialmente alarmante, siendo una de las diez cuencas identificadas como críticamente contaminadas debido a los altos niveles de vertidos en las fuentes receptoras. Aunque hay planes para invertir en los sistemas de tratamiento de aguas residuales para las cuencas de Chinchiná y Otún-Consota, la urgencia de la situación exige acciones más rápidas, significativas y lejanas del clima político.

El panorama mundial pone de relieve el desafío que enfrenta Colombia. Según las estimaciones, alrededor del 80% de las aguas residuales del mundo se liberan al medio ambiente sin tratamiento, una cifra alarmante que resalta la necesidad urgente de mejorar la gestión de aguas residuales a nivel global. En este contexto, aunque los avances de Colombia son prometedores, la realidad es que todavía queda mucho camino por recorrer.

Colombia deberá tratar de ir más allá de las metas establecidas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible y convertirse en un referente regional en el saneamiento de vertidos. Este es un desafío crítico que requiere un compromiso duradero y la cooperación de todos los sectores de la sociedad colombiana, desde el gobierno nacional hasta los gobiernos departamentales y municipales, y el sector privado.

Los avances en el tratamiento de las aguas residuales no son solo una cuestión de cumplir con las metas de desarrollo. Se trata de garantizar la salud y el bienestar de las comunidades locales, proteger la biodiversidad y preservar los recursos hídricos para las generaciones futuras. Es más, es una inversión en el futuro del país, una que puede generar beneficios económicos a largo plazo a través de la creación de empleo y la promoción de una economía sostenible.

Un camino largo tenemos por delante y está lleno de desafíos y politiquería, pero la urgencia de la situación no permite la complacencia. Es el momento de actuar, de redoblar los esfuerzos y de comprometerse con una gestión sostenible de las aguas residuales. El futuro de Colombia y de ciudades como Pereira depende de ello.