
Ser petrista
Ser petrista hoy en Colombia es una labor desafiante. Desde la elección de Gustavo Petro, el país ha visto un torrente de noticias, sucesos y evidencias que han despertado fuertes emociones en toda la población, especialmente en aquellos que lo apoyaron con su voto. Aquellos que soñaron con un cambio ahora encuentran que defender su elección política se ha vuelto una tarea complicada.
Ser petrista implica llevar un bulto a la espalda, un sello en la frente, incluso un aroma particular que se advierte a kilómetros; me recuerda ese esfuerzo desplegado cuando eran oposición para polarizar, segregar, marginar y estigmatizar segmentos de la población como el empresarial por ejemplo, pues bien, ahora regresa ese karma con una fuerza similar e impacta en la entraña de la masa petrista.
Los datos respaldan esta afirmación. Según las encuestas recientes, Petro tiene un índice de desaprobación que ronda el 60% y viene en franco ascenso. Esto refleja la insatisfacción generalizada entre los ciudadanos respecto a su gestión, con especial énfasis en los jóvenes. Se suma a ello trámites legislativos frenados y proyectos de ley que, además de imposibles, están a punto de ser archivados. El cambio va en “veremos”.
Ante este escenario, advierto un gobierno que se tomará cuatro años para victimizarse y buscar chivos expiatorios que inmolar. Y no, esto que vive el petrismo no es simplemente una estrategia de la oligarca oposición que se resiste al cambio, esto ya dejó de ser culpa de Uribe hace bastante tiempo, ahora son gobierno, la responsabilidad es de ustedes. Como será que incluso de vez en cuanto les da la mano, si no me creen pregunten como resolvieron el tema de Nutresa, y si creen que ese tema no pasó por la estrategia política de este país, entonces le va a tocar sentarse a leer un rato.
La realidad es que con los shows y metidas de pata de los miembros del gobierno resulta difícil defender el "cambio"; Roy y su doble militancia, la Corcho y sus mentiras a los partidos de coalición, Alex Flores y sus problemas con el alcohol, la Sarabia y su niñera, Benedetti y; bueno es Benedetti, Clara López y las "sirvientas", La Boreal y su novio bachiller en UTL, en fin podría sumar una larga lista.
Lo realmente relevante aquí son las fuertes críticas y su cuestionable comportamiento, tanto que, no solo han enfrentado el rigor de los medios y la opinión pública, incluso ya varios pasaron por el rigor del poder judicial y otros están próximos a conocerlo y solo llevamos unos meses de gobierno. Es que a veces se le olvida en petrismo la independencia de los poderes del Estado.
Este panorama refleja que ser petrista hoy en Colombia resulta ser un reto. No solo tienen que defender la gestión de este gobierno, ya se les ve justificando su voto frente a sus pares, su familia, sus amigos, un voto que para muchos supone una corresponsabilidad en la situación que vive el país. Incluso, hay quienes opinan que ni con el gobierno de Iván Duque se llegó a una situación como la actual; con Duque el mayor escándalo fue el de “yo también lo querí”
Sin embargo, debemos entender que los electores de Petro votaron por él buscando desde su corazón un cambio. Muchos de estos ciudadanos, descontentos con el estado de la nación, buscaban una alternativa al sistema establecido, una solución a la corrupción y la desigualdad que habían percibido o padecido durante años. Este descontento se refleja en la decisión de apoyar a un candidato que prometía una nueva dirección para el país. Una lástima para todos que se encontraran con lo mismo, hasta chuzadas ilegales.
Vale la pena señalar que la política es un ciclo, una serie de acciones y reacciones. Hoy, los petristas enfrentan un reto. La promesa de cambio se ve desfigurada por la realidad de la gestión y con esta situación solo pierde Colombia. Los petristas dejarán de serlo y se convertirán en otra cosa, pero el país seguirá en las mismas, gobernado aparentemente de la misma forma y con el mismo estilo.
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