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La Instrumentalización del agua

En la gestión del recurso más vital, resulta crucial distinguir la diferencia entre desarrollar políticas robustas para el agua y caer en la trampa de politizar el agua. Las políticas para el agua deben emanar de órganos democráticos, plurales, donde se debaten ideas, se confrontan perspectivas y se alcanzan consensos, no en la plaza pública a golpe de megáfono. Esto último no es otra cosa que populismo.


Politizar el agua significa permitir que los que hacen política (con p minúscula) manipulen este recurso crítico para convertir necesidades básicas de loas comunidades en votos. Esta práctica alterará la estructura misma de cómo se administra el recurso. La autoridad y gobierno sobre el agua debe residir en la gobernanza plural, en mesas donde todos los actores y beneficiarios de los servicios ecosistémicos de las cuencas puedan participar. Este enfoque asegura que la gestión del agua se mantenga objetiva, centrada en la sostenibilidad del ciclo y la permanencia del recurso a lo largo del tiempo.

No hay que buscar lejos para encontrar ejemplos de políticas de agua exitosas. En Colombia, por ejemplo, la estructura tarifaria reconoce casi el 100% de los costos asociados con la captación, potabilización, conducción y limpieza del agua, la inversión en infraestructura, tasas y contribuciones. Sin embargo, veo con temor las campañas políticas por venir y sin vergüenza instrumentalizarán la narrativa del agua.

Los principios que deben guiar la formulación de políticas sobre el agua deben excluir la mezquindad, el egoísmo y la apatía. Estas actitudes no tienen lugar en la mesa cuando se discuten políticas que afectan un recurso tan fundamental. A esto debemos sumar el papel de la tecnología en la gestión del agua, es crítico que los países en Latinoamérica empiecen a adoptar tecnologías avanzadas para mejorar la eficiencia y efectividad de sus sistemas hídricos. Datos que corrijan sesgos y eviten manipular con discursos la realidad fáctica y empírica.

Entre todo este ruido de políticos y políticas —no estoy hablando de géneros aquí—, la gobernanza emerge como un concepto clave en la discusión sobre el agua. No podemos seguir tratando el agua como un elemento dado e infinito; resulta es esencial crear conciencia sobre su importancia y fomentar la participación activa en la toma de decisiones. Los desafíos que enfrentan hoy los territorios para separar las políticas en torno al agua de la política partidista, residen en la moralidad de los líderes que elegimos.

Anticipo una intensa discusión sobre las políticas públicas para el agua. Los debates abordarán desde la gobernanza y el monitoreo, hasta el saneamiento y el reúso. Este último tema, lejos de ser un mero paisaje en el debate público o una utopía desagradable, ha surgido como un punto crítico en la agenda global y una realidad en muchos territorios, los cuales sin reúso de aguas no serían viables.

La gestión del agua entonces, debe ser abordada con la seriedad y urgencia que merece, alejada de manipulaciones populistas y centrada en estrategias sostenibles y equitativas. Pues de que otra forma, podríamos asegurar que este recurso vital sea gestionado de manera que beneficie a todos, ahora y en el futuro.

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