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Los próximos tres años

Hace una semana, hablábamos de mi pronóstico en cuanto a lo que debería suceder en los próximos tres meses, de cara al periodo legislativo en Colombia. Ahora, en virtud de los recientes acontecimientos con la captura e imputación de cargos al hijo del presidente de la República de Colombia, Nicolás Fernando Petro, y su estrategia para reducir su condena, mi pronóstico ha cambiado. Esta estrategia, la cual se fundamenta en delatar y contar toda la verdad sobre la financiación de la campaña presidencial de su padre, transforma lo que creía serían tres meses en lo que ahora parece serán 3 años.

Lo que sucedió ayer, jueves en Colombia, con las revelaciones de Nicolás Petro, supone un cambio estructural en la forma en la que, a partir de ahora, se abordan las relaciones con el Ejecutivo. Esto aplica al Legislativo, al Judicial, pero sobre todo a la ciudadanía. El ruido y los comentarios de la Fiscalía, sumados a las notas de prensa que surgen, dan a entender que los próximos tres años, los que le quedan a este gobierno, serán años en los que veremos a un presidente defendiéndose, desvirtuando información, descontextualizando hechos y tratando de mitigar las consecuencias, pero poco o nada gobernando.

Les decía al final de mi artículo la semana pasada que, después de estos tres meses, veremos un presidente radicalizado, veremos una postura diferente. Ahora es el momento de profundizar en ello. Veremos entonces, un presidente desesperado; viendo como el tiempo pasa y su visión de país no se logra. Veremos un Congreso que no le caminará, no solo por coherencia, sino porque estratégicamente no les conviene.

En ese sentido, veremos un presidente iracundo, radical e intransigente, que tratará, a las buenas o las malas, de promover su agenda y sus compromisos con el resto de países que se autodenominan como socialistas del siglo XXI. Eso traerá consecuencias que quiero anticipar.

La incertidumbre, el temor, la angustia se incrementará de cara a los ciudadanos. Nos vamos a sentir angustiados. Nos vamos a sentir como cuando algo malo va a pasar. Empezaremos a ver señales, acciones, gestos de actores políticos, de la prensa, de la presidencia, del legislativo y del judicial, que nos empezarán a dar muestras de que esto no va bien, de que esto va a fracasar.

Pero tranquilos, no desfallezcan y, sobre todo, no propiciemos un error crítico y estructural como el que se cometió en Perú y Ecuador. Permítanme disertar un poco en cuanto a este particular. Lo que sucedió en Perú y Ecuador en su momento, cuando se vulnera la dignidad de la presidencia de la República no al presidente, cuando se le pierde el respeto a lo que significa y representa el Ejecutivo en un país democrático, nos muestra cómo se descuaderna un país.

Los legisladores, en vez de legislar, empiezan a buscar la forma de tumbar presidente tras presidente, el que sea, al que pongan ahí. Y en ese sentido, empezamos a entrar en un círculo vicioso y sin fin de interinidad, de vacancias presidenciales, de elecciones atípicas que no convienen a las diferentes clases sociales y, sobre todo, a las más vulnerables del país.

¿Por qué? Porque este país requiere unas intervenciones sociales profundas que no podemos desconocer, brechas de desigualdad y de acceso que tenemos aún por corregir. Cuando suceden este tipo de fenómenos, el legislativo deja de legislar en favor de estas personas, bajo el pretexto de que derrocando presidente tras presidente, lo están haciendo por el pueblo. Todos sabemos que eso no es verdad.

Por ende, la mejor forma de resolver este asunto es que los próximos tres años, con gallardía, con talante y caballerosidad, pero sin pendejadas, aguantemos. Que este próximo 29 de octubre, el pueblo se manifieste y demuestre su descontento en las urnas, escogiendo candidatos probos, independientes, alejados de esa maquinaria que hace parte de esa gesta de cambio que pretende llevarnos por una senda destructiva. Este modelo de gobierno se debe vencer en democracia, no en derecho.

Amigos, vienen tres años fuertes, de mucha angustia, pero les auguro que al final del camino hay una luz de esperanza. Es por eso que les digo, como dice un excelente periodista de nuestro país, “todo va a estar bien”.