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Ni Santos se atrevió a tanto

Ni Santos se atrevió a tanto. Sí, así como se lee. Cuando uno pensaba que los límites de la audacia en la negociación con grupos armados ya habían sido explorados, el Gobierno de Gustavo Petro decide llevar las cosas un paso más allá; poner a pagar a propios y extraños por la vagabundería, resulta bastante disruptivo.

Si la paz es un tesoro, la paz mal negociada podría ser la caja de Pandora que nadie quiere abrir.

Pero, retrocedamos un poco y recordemos cómo fue el proceso de paz con las FARC durante el mandato de Juan Manuel Santos. Allá por el 2016, el país vivió un momento histórico con la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. No obstante, el gobierno de Santos no financió directamente a las FARC, pero aun así, la implementación del acuerdo dejó mucho que desear.

Disidencias, territorios desatendidos, cuentas que no cuadran, dineros que nunca se reintegraron, tierras que no se devolvieron y profundos vacíos en la legislación, fueron el legado de un proceso que se ejecutó con deficiencias. Las zonas que las FARC desalojaron se convirtieron en tierra de nadie, las disidencias y ahora los carteles mexicanos aprovechan a su antojo.

Volvamos al presente. El gobierno de Gustavo Petro ha anunciado su intención de crear un fondo internacional multidonante para, supuestamente, ayudar a los guerrilleros del ELN a alejarse de actividades ilícitas. ¿Suena familiar? ¿Impunidad?, es como si la historia intentara repetirse, pero esta vez con un giro más audaz y arriesgado. Al comparar el proceso de las FARC con el actual, parece que no se ha aprendido de los errores pasados. Esto a mí me suena como a padre que mal educa a sus hijos, al no hacerlos responsables de sus actos… Otra vez.

Entonces, ¿qué mensaje se envía a las futuras generaciones sobre el valor de la ley y el respeto por los derechos humanos y civiles? ¿Qué mensaje se le da a las víctimas de este grupo armado, a las familias que han perdido todo por la visión radical del ELN? Esta es una paz que se negocia sobre un terreno pantanoso, donde su costo se convierte en el quid del asunto.

Colombia no puede permitirse tropezar con la misma piedra. Sin duda la paz es necesaria, pero no puede ser a cualquier costo. Se requiere un enfoque planificado y claro, donde las comunidades afectadas y las víctimas tengan voz en el proceso, no la pantomima que pretenden la JEP.

Además, es crucial que los acuerdos de paz sean equitativos, justos y sostenibles. Es imperativo que se aborden las causas subyacentes del conflicto y se asegure una implementación efectiva. Los colombianos demandan que los crímenes no se queden en la impunidad.

Este nuevo enfoque del gobierno de Petro parece un paso innovador, pero en la dirección opuesta. Es una señal de alarma para todos los colombianos y la comunidad internacional que financiará este “emprendimiento social”. Es momento de reflexionar críticamente sobre el camino que estamos tomando y de exigir un enfoque de paz que preserve los valores fundamentales de la sociedad, la justicia y el respeto a los derechos humanos, especialmente los de la sociedad civil víctima del conflicto.

En pocas palabras, la paz es un tesoro, pero una paz mal negociada podría desatar demonios que ni siquiera imaginamos. Los errores del pasado deben servir como lecciones, no como guiones para repetir la historia con aún más audacia y menos previsión.

Las familias que han sufrido, las generaciones futuras que merecen un país más seguro, y la integridad de la nación colombiana merecen un enfoque de paz que sea sensato, considerado y justo. Es hora de exigir, demandar la corrección de los errores y de construir una paz que no solo ponga fin al conflicto.

No podemos permitir que el deseo de paz nos ciegue a los costos reales y potenciales de un proceso mal ejecutado. La paz no debe ser solo un titular o un logro político, debe ser un compromiso con el futuro de Colombia. Es tiempo de ser críticos y valientes, de alzar la voz y de asegurarnos que el camino hacia la paz sea pavimentado con sabiduría, justicia y un profundo respeto por los valores que sostienen a la República.

Colombia ¡Despierta! Que la audacia no nos haga olvidar la prudencia. La paz es invaluable, pero el camino hacia ella debe ser trazado con cuidado y responsabilidad.